María Angélica Puga Phillips supo en su niñez de la vida heroica de su bisabuela María Edwards Mac Clure (1893-1972), y desde entonces quiso “algún día cumplir el sueño” de escribir un libro sobre ella. La ocasión llegó en 2006, cuando el gobierno israelí convocó a su familia para recibir la medalla Justa entre las Naciones, que distingue a toda persona que ayudó a salvar judíos durante el Holocausto. María Edwards o María Errázuriz, como era conocida en Francia, se convirtió así en la primera y única chilena en obtener dicho honor.
Fueron los mismos niños rescatados por la chilena quienes, ya adultos, escribieron a sus familiares buscando establecer un contacto que permitiera cumplir con el homenaje organizado por las autoridades israelíes. Especialmente uno de ellos, Marcel Frydman. Pero antes, Angélica Puga ya buscaba, entre los papeles guardados por su madre, rastros que permitieran armar la figura de esta “heroína familiar”. “Encontré un recorte viejo de diario que hablaba sobre la entrega de la medalla de Caballero de la Legión de Honor, otorgada por el gobierno francés en 1953, a María Edwards, por su participación en la Resistencia Francesa (la noticia fue publicada por ‘El Mercurio’ ese año). Se sabía que había sido torturada por la Gestapo, por rescatar a niños judíos desde los centros de detención, escondiéndolos bajo sus ropas para sacarlos del Hospital Rothschild, donde trabajaba, y así evitar que fueran llevados a los campos de concentración. Desde entonces, tuve a mi propia heroína y sentí que debía escribir su historia”.
Quedaba poco tiempo, pues los “niños” rescatados en 1942 ya superaban los 70 años. Partió entrevistando a sus familiares y amigas, pero entre los documentos que les había enviado Marcel Frydman, estaba el libro de Charles Odic, “Sous le Signe de l’Étoile”, editado por primera vez bajo el seudónimo de Charles Reine, en 1943. “En su libro, Odic, quien era amigo personal de María, relata lo que se vivía en el París bajo la ocupación y entrega varios capítulos para describir el horror de lo que sucedía en el Hospital Rothschild, donde trabajaba María, y la menciona. Además, leí los documentos que nos había enviado el propio Marcel y por parte de Yad Vashem Chile -institución que imparte el legado de los mártires y héroes del Holocausto-, el dossier completo que avalaba el reconocimiento de Justa entre las Naciones. También recibí el libro ‘L’Oiseau du Souvenir’ (El pájaro del recuerdo), que son las memorias de una de las niñas rescatadas por María (Bertha Grumbach). Viajé a París a entrevistarme con Marcel y también con Bertha; de ellos recibí mucha información sobre el carácter y anécdotas de su benefactora. También tomé contacto con la documentalista de la Fundación Rothschild. En viajes posteriores, entrevisté a otros sobrevivientes de María Edwards”. Así nació su libro, “Buscando a María”, Editorial Furtiva, que será presentado este miércoles, Día del Holocausto.
-¿Se ha podido establecer el número de niños que salvó María Edwards?
“No, y nunca se sabrá, ya que ellos mismos no sabían el rol que ella jugó en sus vidas. El haber conversado con Henry Krasnopolsky o con Marcel fue esclarecedor sobre este punto: ellos siguieron visitándola hasta su regreso a Chile, en 1960, pero la veían como una ‘tía’ a la que por cariño y costumbre continuaban aceptando sus invitaciones a tomar té. Recuerdan las fiestas infantiles que organizaba para ellos, cómo les incentivaba sus aficiones, pero nada más. Una vez de adultos, queriendo entender cómo y por qué ellos no siguieron el destino fatal de sus padres, logran reconstruir la información y entienden el verdadero rol de esa ‘tía’.
Y entonces, como ya es tarde para agradecerle a ella, buscan a la familia de María y si tienen suerte, nos encuentran. Pero nos consta de que varios de ellos recibieron mala información, ya que en el Consulado de Chile en París, hasta hace muy poco, no sabían del actuar de esta chilena o bien, la confundían con otra mujer”.
-¿María Edwards ayudó también de otras formas a familias judías?
“Sí. Económicamente. Hay registros de que ella se comprometía a pagar el arriendo y mantención mensual del departamento donde habían quedado solo los hijos (los padres habían sido deportados). También se encargaba de la mantención de las familias que acogían a niños refugiados. Una vía adicional de protección era poner en contacto a las personas en riesgo con organizaciones activas, por ejemplo, con los Quákers. Otra forma era falsificando papeles de bautismo con un sacerdote católico amigo”.
-Es curiosa la aparición del almirante Wilhelm Canaris, jefe de la Abwehr, en la historia que relata usted, conocido en Chile. Primero, como una amenaza a la acción de María y luego, como un salvador de su vida al liberarla de sus captores de la Gestapo. Pero al parecer, no pudo evitar que María fuera torturada en su casa. ¿Hay más detalles de ese episodio? Canaris murió ejecutado por Hitler, en 1944, por traición.
“Canaris solicitó conocer a María por ser chilena, dados los nexos de él con Chile. Posteriormente, llegó la policía de Vichy a su casa, en busca de una activista de la Resistencia que había actuado imprudentemente y que María acogió, pese a las advertencias de su entorno. Esos policías torturaron a María en su departamento, antes de llevarla al cuartel de la Abwehr (oficina de inteligencia nazi), que dependía de Canaris, desde donde usualmente nadie escapaba con vida, pero él la protegió y permitió que la liberaran, con un punto fijo de vigilancia en su puerta.
María comentó a sus nietas que las torturas fueron sumergirla en el WC, la tina y hacerla caminar desnuda frente a los oficiales. Esto está descrito en las memorias de Odic. Mi visión es que Canaris, o no estaba al tanto de esta acción, ya que de protegerla evitando la redada directamente se hubiese visto inculpado, o él mismo indicó que la trasladaran a su cuartel para evitar mayores excesos, si es que se puede decir algo así. Entiendo que pronto se liberan los documentos que podrían entregar más detalles de este episodio particular”.
-María Edwards llevaba, al parecer, una vida muy lujosa en París y una vida social intensa y muy abierta durante la Ocupación.
¿Cree usted que hubiera podido arriesgarse sin tener esa cortina social de protección?
“Efectivamente, creo que esa cortina social, de ‘liviandad’, la amparó. ¿Quién sospecharía de una mujer que se preocupa de mantener lujosos eventos sociales en su casa; que dice ser amiga de todos; que continuamente aparece fotografiada en la prensa de la época como si fuera una socialité? ¿Por qué una extranjera se involucraría con la Resistencia? María tenía un humor exquisito, pero no era amiga de la liviandad. Gozaba con los libros, sus tejidos y encuadernaciones. No le gustaban las copuchas. Le encantaba compartir con sus amistades”.
-Ella regresó a Chile en 1960, con René Núñez Schwarts.
¿Fue su último marido?
“René no fue su marido, fue su protegido en un principio, ya que él huía como judío y como español de Franco. Pero además, él fue un activo colaborador en el rescate de niños. Esto lo supimos gracias al contacto que establecí con los ‘niños’, ya que ellos mismos me preguntaban con mucho cariño de él y contaron que había sido René quien se quedaba en el departamento de María cuando ella salía al hospital. Así pudimos entender la relación de María y René”. – Fuente: El Mercurio
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