lunes, 3 de mayo de 2021

‘Nacidos supervivientes’: mujer nacida en un campo nazi cuenta la increíble historia de su madre

Según informa el periódico ‘The Daily Mail‘, el libro ‘Born Survivors’ (‘Nacidos supervivientes’) está basado en los recuerdos de Eva Clarke, una mujer de luminosos ojos verdes y sonrisa magnética.

Este lunes la reconocida periodista y escritora británica Wendy Holden presenta un conmovedor libro que narra la historia de una mujer valiente que pasó cuatro años en los campos de concentración nazis. La protagonista revela cómo ella ocultó su embarazo para traer una nueva esperanza al mundo como desafío a una crueldad que parecía inconcebible.

Clarke vive actualmente en las afueras de Cambridge, pero no es aquí donde nació. Eva vino a este mundo el 29 de abril de 1945 en el campo de exterminio nazi de Mauthausen. Su madre, Anka Bergman, no tenía ninguna garantía de que su hija sobreviviera, ya que el destino de los niños que nacían en el campo era el de morir asesinados. Sin embargo, su llegada coincidió con el mayor colapso del Tercer Reich, cuando los secuaces de Hitler acabaron de desmantelar las cámaras de gas de Mauthausen y estaban a punto de huir del Ejército de la alianza antifascista, que se estaba acercando.

De esta manera, por la pura casualidad del momento, Eva se convirtió en uno de los supervivientes más jóvenes conocidos del Holocausto. Desde hace tiempo la mujer sentía que era esencial documentar de forma permanente el extraordinario coraje y la determinación de su madre, que murió hace apenas dos años, a la edad de 96 años.
Según revela el libro, Anka era una estudiante de derecho de 21 años de edad cuando los tanques alemanes entraron en Praga en marzo de 1939. La joven procedía de una familia judía, aunque sus padres, Stanislav e Ida, que dirigían con éxito una fábrica de cuero, no eran practicantes. En aquel momento la más joven de sus cinco hijos, Anka apenas imaginaba que el creciente antisemitismo de Hitler tendría algún efecto sobre su vida.

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Algunos de los amigos de la mujer huyeron de la Checoslovaquia ocupada mientras las restricciones para el pueblo judío aumentaban, pero ella decidió quedarse porque se había enamorado de Bernd Nathan, un arquitecto de origen alemán a quien conoció en noviembre de 1939. En mayo de 1940, después de un noviazgo relámpago, la pareja se casó. Como Anka, su esposo era judío no practicante y en noviembre de 1941, después de 18 breves pero dichosos meses de matrimonio, Bernd se convirtió en uno de los primeros 140.000 enviados al campo de concentración de Terezin, recién creado a 50 kilómetros de Praga y que servía como punto de tránsito para Auschwitz. Semanas más tarde, Anka recibió la notificación de que ella también iba a ser enviada a ese campo.

El destino de los viejos, enfermos y débiles que sucumbían rápidamente a las deplorables condiciones sanitarias y el hambre, era morir en Terezin o ser trasladados a los campos de exterminio. Pero a Anka y Bernd, al ser una pareja joven, sana y fuerte, se les asignó quedarse a trabajar en Terezin durante tres años.

Siguiendo las reglas del campo de concentración, los hombres y las mujeres fueron segregados, pero la pareja conseguía robar momentos para estar juntos. En el verano de 1943, Anka descubrió que estaba embarazada. Bajo las reglas del Tercer Reich, los bebés judíos tenían que ser asesinados después de nacer, pero, por el motivo que fuera, nadie fue a buscar a su hijo Dan, que nació débil y prematuro en febrero de 1944 y murió dos meses después de la neumonía.

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En septiembre de 1944, Bernd fue obligado a subirse a un tren con rumbo a Auschwitz antes de que Anka pudiera decirle que estaba esperando a otro bebé. Tres días más tarde, ella decidió seguirlo, pensando que volverían a reunirse una vez más, una decisión que más tarde describió como “la mayor locura de mi vida”. Sin embargo, nunca más volvió a ver a su marido.
En Auschwitz, como todos los prisioneros recién llegados, Anka se vio obligada a afeitarse la cabeza, desnudarse y desfilar ante el doctor Josef Mengele, el conocido ‘Ángel de la Muerte’, que le preguntó si estaba encinta. La mujer le respondió “Nein”(‘no’, en alemán), lo que la salvó de ser enviada a la cámara de gas. Diez días más tarde, la enviaron a trabajar a una fábrica de municiones en la ciudad alemana de Freiberg, donde permaneció el resto de su embrazo.

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Mi madre siempre decía que uno no es consciente de lo que es capaz de soportar

La mujer, demacrada y con un peso de apenas 31 kilos, parió pocos días después de llegar a su tercer campo de concentración, donde los nazis tenían planeado aniquilar a todos los judíos antes de perder la campaña militar. Los guardias del campo recogieron a la mujer del suelo, donde había caído inconsciente, y la arrojaron a un carro con los enfermos y moribundos que se dirigía hacia la enfermería. Momentos más tarde nació Eva. No lloró durante casi diez minutos, hasta que apareció un prisionero judío que era médico y le cortó el cordón umbilical y le golpeó el trasero para hacerla respirar. “Mi madre siempre decía que uno no es consciente de lo que es capaz de soportar”, cuenta Eva. “Pero siempre he sabido que yo no habría aguantado lo que soportó ella”, añadió.
A su regreso a Praga el verano de 1945, Anka se enteró de que toda su familia había muerto

Su padre murió de neumonía en Auschwitz y su madre, sus dos hermanas, un hermano y otros familiares fueron gaseados. Durante un tiempo mantuvo la esperanza de que Bernd hubiera sobrevivido, hasta que un testigo le contó que lo había visto baleado por un guardia de la SS. “Esa noticia casi la rompió”, dice Eva. “Pero ella me tenía a mí y yo era todo lo que necesitaba para darle un motivo de seguir adelante”.

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Tres años más tarde Anka se casó con el checo Karel Bergman, “un hombre sólido, virtuosa y de confianza que ella sabía que iba a ser un buen padre”. Su nuevo marido había pasado gran parte de la guerra trabajando como intérprete en Gran Bretaña, a donde se mudaron los tres a continuación en condición de refugiados.

La única palabra que utilizaba una y otra vez era ‘suerte’

Muchos de los que sufrieron las más infames atrocidades de la guerra quedaron demasiado traumatizados para hablar de sus experiencias. Sorprendentemente, Anka no era una de ellos. Eva dice que a pesar de haber visto tanta muerte y sufrimiento su madre siempre era optimista y nunca le ocultó la historia de su nacimiento ni que tuvo que pasar para regalarle la vida. Anka y Eva visitaron juntas Terezin y Mauthausen. Con un grupo de estudiantes y profesores Eva también visitó Auschwitz varias veces, pero Anka nunca más volvió allí. “Ella me decía:” Una vez fue suficiente para mí”, dice Eva. “Siempre decía que los diez días que pasó en Auschwitz fueron los peores de su vida”, añadió.


Eva confiesa que de vez en cuando su madre empezaba a llorar mientras recordaba su cautiverio, pero muchas más veces narraba su historia con la cabeza bien alta. “La única palabra que utilizaba una y otra vez era ‘suerte’. En cualquier momento podía haber muerto de enfermedad, sobre todo cuando estaba embarazada de mí, pero ella fue bendecida con buena salud; y eso, junto con la suerte, la mantuvo con vida”, concluye Eva Clarke. – Fuente:

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